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 DISCÍPULOS DE JESÚS
 La Caleta. Diciembre 2015.


Es difícil expresar en unas frases los sentimientos y las experiencias que se alojan en lo más profundo del corazón. Volver a África, aunque solo sea por unos días, es como sentir de nuevo el aire fresco y puro en el rostro. Es un aire que restaura. He visitado a todos los compañeros y las comunidades cristianas que tienen a su cargo y regreso con el corazón esponjado.




La acogida

El encuentro con la gente llena de vida el entorno: sonrisas tímidas; abrazos de niños; saludos respetuosos, pero llenos de cariño. Los compañeros, contagiados por las tradiciones africanas, se esmeran en la acogida. Uno tiene la sensación de que está en su casa, con los suyos, y te das cuenta de que las diferencias de color, de cultura y de idioma, no son obstáculo para el corazón.

Por los más frágiles

En ese ambiente de fraternidad, nuestros compañeros realizan la misión que se les ha encomendado: sembrar razones de vida y esperanza, colaborar en la construcción de la humanidad desde Cristo. No faltan el trabajo ni los proyectos para el futuro. La construcción de pozos que aporten agua potable a la población y evite epidemias e infecciones, es una prioridad.

La atención a los niños, que son los más débiles, es algo fundamental en la misión

La falta de centros de educación secundaria nos está llevando a la creación de internados para facilitar el alojamiento y los estudios de los jóvenes que se desplazan desde sus pueblos a estos núcleos urbanos para continuar su formación.

En un medio donde la supervivencia depende del trabajo en el campo, los discapacitados físicos o psíquicos tienen poca cabida. Por eso cualquier esfuerzo en su rehabilitación e integración es poco: operaciones, prótesis, facilitar una ocupación laboral alternativa a la agricultura… Es un reto difícil, pero al que respondemos desde nuestro compromiso con los más necesitados.

Iniciativas en el campo y en la ciudad

El futuro aparece incierto para muchos, especialmente para los jóvenes y las mujeres, sobre todo en la ciudad. De ahí la importancia que tienen centros como el de Banikanni, donde las jóvenes aprenden peluquería, costura, a tejer y a tintar telas. También se les enseña a leer y a escribir en su propio idioma, la formación es la puerta del desarrollo.

Otro campo de gran importancia es la sanidad. Se están haciendo grandes esfuerzos en la prevención de enfermedades gracias a la mejora de la calidad del agua y a la higiene, pero el camino es largo y a veces difícil.

Signos de vida

Es cierto que las circunstancias y los contextos en los que se desarrollan las misiones son, en muchas ocasiones, dolorosos; pero los signos de vida resplandecen con fuerza y nos animan a creer y a mantener la esperanza.

Hay necesidades materiales, pero también ganas de conocer a Dios, de relacionarse con Él, de seguir creyendo en la vida y de no bajar los brazos por el cansancio o la impotencia. Seguramente es esa la tarea más apasionante del misionero: provocar y favorecer los encuentros con Cristo resucitado, al que descubrimos con más intensidad en nuestra relación con los hermanos de África.

Pepe Ferrer, sma.